Todo roto

8:16 de la mañana.

Tocan al fonoporta y sin pensar le arreo un manotazo al despertador. Pero claro, vuelven a llamar. Al comprender, me levanto corriendo a contestar:
- ¿Si?
- Buenas, que vengo a romperle la casa porque su vecina de abajo tiene goteras.
- Estooo bueno pues... yo que sé, suba ...

...

- Pues voy a tener que levantar...
- Euuu vale, puede romper "la" baldosa
- (... ¡qué ingenua! ...) Sí, la tubería está podrida. Puess tengo que seguir levantando para quitar todo el trozo...
-¿Ah sí?, qué bien, ya pensaba yo que iba a pasar la mañana sin nada que hacer, será genial tener que limpiar toda la cocina ¬ ¬

Pero en cuanto empezó a picar en serio, se me encogió la barriga de ver cómo arrastraba los cascotes por el resto de baldosas arañándolas, y dejaba caer el taladro sin nada de cuidado... ¿!qué se pensaba que estaba haciendo!? ¡esta era mi casa! no era como en el piso, con la pintura desconchada en las paredes, humedades donde crecía alegre el moho y un boquete en la pared del pasillo fruto de un amago de reparación de la ducha, pero que de tanto tiempo que llevaba ahí, todas lo teníamos ya por un entrada a fraggel rock (sólo que por ésta cabían lo menos 20 fraggels gorditos a la vez).

Mientras miraba como avanzaba el estropicio, sin querer hice un comentario sobre algo que decían en la radio y para mi sorpresa, ¡el hombre empezó a hablarme del tema! Ha sido mi primera conversación real durante una reparación. Por lo general, trato de pasar desapercibida y suspiro aliviada cuando se van. ¿Qué será lo próximo? ¿atreverme a ofrecer un café en vez de quedarme yo sin el mío por no parecer maleducada?.

Lo malo es que la única forma de dejar la cocina bonita como antes es poner suelo nuevo encima del que hay. ¡Aghhh más obras no por favor!